APEGO
viernes, 20 de abril de 2018
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Hace tan solo un par de semanas,
A pasó su primera noche fuera de casa, sin nosotros. Hasta ahora, los casi tres
años que llevamos juntos, nunca hubo la necesidad de dejarlo a dormir con los
abuelos, ni por compromisos sociales ni laborales. Si alguno de los dos tenía
algún tipo de compromiso de este estilo, procurábamos siempre que el otro se
quedase en casa.
Como no ha surgido tal necesidad,
teníamos más que decidido que el día que durmiera fuera de su hogar, sería porque
él hubiese tomado esa decisión. Sin
imposiciones ni obligaciones. Puede quizás, resultar extraño para alguien
esto que hoy os cuento aquí. En mi vida cotidiana me cruzo con familias en las
que es tan habitual que los niños pasen una noche a la semana con los abuelos,
como ir a comprar el pan cada día.
Pero nosotros no somos una
familia más, en muchos otros casos sí, pero en este en concreto hay una
pequeña-gran diferencia. Para que me
entiendas un poquito el por qué de esta decisión y te acerques a la perspectiva desde la que en casa vemos las
cosas, principalmente desde el punto de vista de nuestro hijo, me voy a permitir la
licencia de explicarte algo.
Si me lees desde hace tiempo probablemente recuerdes el
juego de empatía que te proponía en primera entrada en el blog, sino es así, y
antes de continuar leyendo la entrada de hoy, te recomiendo que lo leas.
Bien, ya lo has hecho. Ya puedes hacerte una idea de cómo se
sienten nuestros hijos cuando llegan a nuestra vida. Esa rotura con su vida
anterior, con las personas que les cuidaban, con sus referencias, la aparición
de dos completos extraños que han aparecido en su vida como un huracán y la han
cambiado de pies a cabeza (idioma, país, referentes, costumbres, rutinas, y un
largo etcétera). Volver a aprender a confiar, a sentirse seguro, a no dudar de
que su vida no volverá a cambiar, que sus padres estamos aquí y que siempre,
siempre, podrá regresar a nosotros. Eso tiene un nombre, y se llama APEGO.
Un niño que ha sido
adoptado, ha sufrido dos cambios drásticos en su vida, el primero sucede cuando
es separado de su familia biológica, no importa la edad del niño, ese abandono
quedará grabado en su cerebro (si quieres saber más sobre ello te recomiendo
que leas la Herida Primaria), y el segundo cambio drástico en su vida se
produce cuando deja de estar institucionalizado para pasar a formar parte de
una familia. ¿Puedes ponerte en su lugar, llegar a imaginar lo que a su
temprana edad ha tenido que superar y asumir? ¿lo asustado que puede llegar a
estar?
Durante mi espera una de las cosas que hice fue leer, leer
sobre adopción, sobre la espera, pero también sobre qué podía pasar los
días/meses/años posteriores a su llegada. Y en todos los casos te hablaban del
apego. De enseñarle a que confié en ti, en demostrarle, día tras día, que su
vida no va a volver a cambiar, que esta vez su hogar y su familia es para
siempre.
Tal y como explico en Una Bienvenida Cargada de Emociones,
crear apego será una de las piezas fundamentales de vuestra relación. La generación
de una rutina diaria, que le de seguridad, enseñarle a desaprender, a que
cuando se haga daño puede llorar y reclamar atención, que no pasa nada, que
mamá y papá le abrazarán y le consolarán. Enseñarle a recibir abrazos, besos,
en definitiva, enseñarle a amar, y que ese amor, pase lo que pase, no se terminará,
por el contrario, crecerá cada día. Enseñarle a que puede empezar a separarse
de ti en el parque unos pasos, y que no pasa nada, que no te volatizarás. Al
principio mirará miles de veces para atrás, para confirmar que continuas ahí,
cada día la distancia que dejará será más larga, hasta que llegue un día en que
se sienta lo suficientemente seguro y te pedirá que quiere pasar la noche en
casa de los abuelitos. Le ayudarás a preparar su pijama y cepillo de dientes. Le verás ilusionado coger con su manita la de
su abuela, le veras alejarse por el pasillo hasta el ascensor con su mochila de
la patrulla canina, y mientras tú, derramaras lagrimas de felicidad porque tu
hijo ha decidido confiar, confiar como para empezar a volar sólo sabiendo que
siempre tendrá un hogar y una familia a la que regresar.